La serie de Rápido y Furioso no
puede contar más que puras carreras. Son películas de acción; cualquiera que
espere algo más profundo está en el lugar incorrecto. Se puede pensar y dudar
en ellas, pero ahora se convertirá en un thriller. Por lo tanto, no hay mucho
que decir más que se disfrutan llanamente; no causan daño como los puristas del
cine creen.
Si se supone
que estas películas se disfrutan sin tanto drama, ¿cómo es que ahora la última
de la serie se toma demasiado en serio, todo por la muerte de uno de los
actores? Ves el tráiler, el póster, la cancioncita que se hicieron. Todo es una
misa virtual en la que los productores y la compañía ganarán millones de
dólares. No hay duda de que los actores sienten una grave pena por la pérdida
de un amigo. ¿Cómo saber si sucede lo mismo con los productores sienten si no
cabe la posibilidad de que uno de ellos evita aclamar “How are we gonna fix this shit up?” De verdad no parece sentirse un
aire de compasión, sino de venta por la muerte de otro, de una explotación por
la pena de un famoso.
No es nuevo que
la industria venda para “honrar” la muerte de las celebridades. Paga $50 por la colección de álbumes en vez de unas velas para el
difunto. Compra el DVD del actor del cine de oro que no podemos quitarnos de la
cabeza. Le pasa a cantantes, actores, músicos y hasta escritores. Parece que
nadie se salva del lucro difunto.
Aquiles nos
muestra que es difícil dejar descansar a los muertos queridos. No creo que
venda sus pertenencias como si el espíritu obtuviera ganancias. Ni qué decir de
la familia que conserva los derechos: lloramos un poco a cambio de la riqueza. Se
sufre para luego disfrutar de la vida, como si en verdad las lágrimas llenaran
un jacuzzi.
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