miércoles, 10 de junio de 2015

Carta de un relojero

Por Juan Tovar

Cuando leas esta carta yo estaré muerto. No temas a la muerte, hijo, es tan sólo una palabra. Todo ser vivo, sin excepción alguna, cumple su ciclo de vida y regresa a su origen: la tierra. Lo esencial es el movimiento y qué haces de tu vida con él. El tiempo no está en los relojes, eso es una falsedad; los relojes miden una perspectiva dominante, imperativa. Te lo dice una persona que dedicó su existencia, sus horas y su empeño en arreglar esas pequeñas maquinarias cuyo origen es milenario. Desde los egicipos hasta los relojes hechos para astronautas, las manecillas ocilan y marcan algo más que "el tiempo". Esta carta no es para persuadirte a continuar el oficio de la familia, que seguro ya conocerás de sobra por las historias de la relojería, sino para compartir contigo la atemporalidad del lenguaje, estas palabras desafían a la física porque en tu mente serán más que un tic-toc, más que movimiento y permanencia, estas palabras son fijas en el papel y mudables en tu mente y aún más mudables conforme crezcas y tu perspectiva cambie. Algunos jóvenes dicen " nunca cambies. Te queremos mil". No escuches esas estupicedes. La escencia de un humano nunca cambia pero sus decisiones sí, su postura y sus acciones también. Cambia, hijo, no seas como el tiempo en la manecillas, un cíclo irreptible de costumbres alienadas, cambia si te lo dicta tu voluntad, cambia porque un hombre madura y debe hacerlo para asumir sus responsabilidades.

Tu bisabuelo, José,  fundó la relojería El minutero  Él llegó de Zacatecas a la ciudad de México en 1920, año en el que murió Carrazna. Aún reinaba la inestabilidad, pero en la ciudad eso abría paso a oportunidades; muchos dueños vendieron sus locales, y tu bisabuelo compró uno  en la plaza de Santo Domingo, sin embargo, decidió  inaugurar la relojería dos años después de la compra: esperó  a que los conflictos se apaciguaran y hubiera mayor estabilidad económica. Al inicio el negocio prosperaba; la gente llevaba a arreglar sus despertadores, sus relojes de bolsillo, todos los modelos aún eran mecánicos, en concecuencia,  el trabajo del relojero se susutentaba en la minuciosidad, en el pulso inclemente. Y  lo más importante: para arreglar un reloj, el tiempo exige su propio resultado: tiempo; pide al relojero vigilar los metales del segundo para darle a cambio la puntualidad de la muerte. 
Los relojes de esos años eran bellos pero frágiles, cada pieza dominaba su porción de lugar, y sólo al abrir el reloj conocías su verdadero aroma, y por ende, un fragmento de su alma. Pero a mediados de los años setenta llegó a México el mecanismo de cuarzo; una maravilla y una amenaza.. Sus piezas requerían menos cuidado y antención; el cuarzo le brindaba estabilidad y precisión al pulso. Muchos negocios sufrieron bajas permanentes; otros, quebraron.
Afortunadamente tu bisabuelo fue un hombre prevendio y cuidó muy bien a su clientela, eso salvó por un tiempo El minutero. Cuando murió tu bisabuelo, mi padre admistró el negocio. Me enseñó el oficio. Un viernes en la noche se sirvió un mezcal, acababamos de cerrar el negocio, le dio fondo a su caballito y me dijo: Hijo, la cosa está que arde, stá cabrón. Vamos a vender el negocio, pero la buena es que encontré un local en el mercado de portales. Mudamos El minutero.Y continuamos sin complicaciones hasta la crisis financiera del 94, es añó, quebramos y tuvimos que cerrar.Aún así, sobrellevamos la caída y levantamos otra Joyería, La manecilla.

Los gabachos dicen que el tiempo es dinero, sin embargo, el dinero jamás será tiempo.  El mundo que vivimos está fragmentado. Desde los campos profesionales hasta las formas más superfluas de vivir la vida, el internet ha sido el avance más importante de los últimos dos siglos, ha revolucionado el concepto de realidad y comunicación . El tiempo se ha convertido el dictador de la era; al menos en la ciudad, la mayoría de las personas ignoran al hombre que va a su lado, sus compromisos los consumen, el abismo de la comunicación es una paradoja, es más que el tiempo porque el hombre lo que prentende es prolongar su existencia hasta fatigar su nombre, vivir más y morir menos, dejar huella a costa de la dignidad, de los valores y la ética. Dejar huella segundo a segundo, sin importar qué. El tiempo se deforma y se convierte en el consumo. Los relojes que arreglaba no medían el tiempo, medían las palabras, los actos y algo más que nunca pude descifrar. 
Cuida de tu madre, hijo. Juega con el movimiento, disfrútalo, hazlo memoria y pulso.

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