lunes, 23 de marzo de 2015

La iglesia de la revolución: una entrevista con Armando Lampe

La iglesia de la revolución
Una entrevista con Armando Lampe: una perspectiva profunda de la Teología de la Liberación en América Latina Por Juan Pablo Ramos

Entrevistamos a Armando Lampe, doctor en Teología, exsacerdote y activista social de Aruba. Lampe se inició como teólogo, luego como sociólogo, académico y político. Hace unos años, su obispo le retiró sus cargos pastorales porque creía que Lampe predicaba una teología que no iba de acuerdo con la iglesia: la teología de la liberación, la cual propone que la lectura de las sagradas escrituras poseen una carga política que debe ser usada para favorecer a los pobres. Sus dos vocaciones, la religiosa y la política, quedaron suspendidas debido a conflictos políticos  en Aruba, por lo que incluso estuvo encarcelado y luego tuvo que salirse de la isla. En el año 2013 le retiraron sus derechos como sacerdote. Este año Lampe continuará con su labor de activista, y publicará en la revista Secuencia una investigación sobre el sacerdote insurgente mexicano José María Cos. Asimismo, participará este año en el Congreso Internacional de Teología. Conversamos sobre su amplia trayectoria, su pensamiento y el rol de la Teología de la Liberación.

Tuviste una formación inicial en la iglesia, ¿qué te condujo hacia ese camino?
A.L. Cuando estaba en la preparatoria empecé a estudiar a Camilo Torres. Él fue un sacerdote colombiano, teólogo y sociólogo. En dado momento se unió a la guerrilla colombiana y falleció en la batalla. Me llamó la atención cómo un sacerdote se compromete hasta el extremo de dejar todo para luchar por una sociedad más justa. Cabe mencionar que él provenía de una familia aristocrática. Se puede decir que todos los adolescentes tenemos un ídolo. Él fue el mío. 
"La violencia, venga de donde venga, tiene consecuencias fatales."

¿Ya desde entonces sabías que había una carga política en tu oficio de sacerdote?
A.L. En cierto sentido sí, aunque yo no tenía idea de hasta dónde me llevaría el sacerdocio. Yo era muy buen estudiante. Mi familia pensaba que yo sería médico o abogado, que tendría una trayectoria exitosa. Pero yo quería hacer algo con mi vida que fuera para servir al prójimo. Obras de bondad. No necesariamente una carrera lucrativa.

En tu libro de 1996, ¿Guerra justa o paz justa?, vemos cómo la Teología de la Liberación elabora su discurso mediante la recuperación de hechos históricos. Así, Fray Bartolomé de las Casas, Monseñor Óscar Romero y el EZLN conviven en el libro. ¿Cuál es el peso de la memoria histórica dentro de la Teología de la Liberación?
A.L. La violencia como fenómeno siempre me ha llamado la atención. Por escribí ese libro que trata de distintas épocas. Los cristeros utilizan también el concepto de la guerra justa que justifica levantarse en armas contra un gobierno anticatólico. En Nicaragua los cristianos, los sandinistas, usaron el concepto para levantarse en armas contra la dictadura de Somoza por razones ético-cristianas. Lo que me sorprendió fue que, con el EZLN, surge otro concepto que yo llamo paz justa. La guerrilla zapatista se puede definir como una guerrilla pacifista porque no dispararon ni una bala. Tenían sus armas para la propaganda.

Llegas incluso a hablar de una sacralización de las armas en el EZLN…
A.L. Sí, en el sentido de que la única vía para establecer una vía justa sería por medio de las armas. La violencia, venga de donde venga, tiene consecuencias fatales. Lo que se llama espiral de violencia. Y se entra en una dinámica sin sentido. La meta no es la guerra justa, sino llegar a la paz justa. Monseñor Romero, por ejemplo, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, siendo arzobispo de El Salvador, por ser una voz crítica contra el gobierno militar. Romero denunció los abusos a los derechos humanos, como aquí ocurrió con los normalistas. Él hacía eso todos los domingos en misa. Después se señaló que el fundador del partido ARENA, Roberto d’Aubuisson, quien después gobernó El Salvador, fue el responsable del asesinato. Cuando Romero hacía una misa en el altar le dispararon. Fue un hecho insólito porque en la historia de la iglesia, por primera vez, un mártir muere en el altar, oficiando. Él simbolizó esa iglesia latinoamericana de la liberación, de acción preferencial por los pobres. Mientras estuvo el Papa Benedicto XVI, el Vaticano bloqueó su beatificación. Cuando uno muere como mártir, no se necesitan milagros para ser beatificado, pues diste tu vida por la causa. Pero Benedicto bloqueó esto. Estaba en contra de la Teología de la Liberación. Pensaba que el comunismo se iba a establecer en Latinoamérica; el Vaticano tenía miedo.

¿Qué posición tiene actualmente la iglesia sobre la Teología de la Liberación?
A.L. Hubo un cambio drástico en la coyuntura de la iglesia. El Papa Francisco, que conoce la situación de América Latina, sabe que no hay peligro en el comunismo. La lucha es contra la desigualdad social. Él desbloqueó el proceso de canonización de Monseñor Romero. Gracias a él, el 23 de mayo, se va a beatificar a Monseñor Romero en El Vaticano, entre más de un millón de fieles. Es un triunfo, sin duda, para todos los que estamos en esta línea de la Teología de la Liberación; es como si por fin la iglesia nos reconociera y admitiera que no estábamos equivocados, ni que fuimos heréticos ni anticatólicos.

¿Hacia dónde crees que se dirigiría, a partir de esto, el pensamiento de la Teología de la Liberación?
A.L. El discurso de la Teología de la Liberación sigue vigente. Surgió por la pobreza inhumana en América Latina. Porque es una vergüenza moral y cristiana aceptar esa realidad en la que tantos humanos viven en condiciones indignas. Y puede ser más vigente ahora que cada vez hay pobres más pobres. Hay que seguir luchando este 2015 para combatir la desigualdad social y la pobreza. El obispo de Brasil, Don Hélder Câmara, dice: si doy pan a los pobres, me llaman santo, pero si pregunto por qué son pobres, me llaman comunista. Él sigue siendo un ejemplo para la iglesia: no de solo ser caritativo, sino también de cuestionar el sistema que produce tanta pobreza.
"La beatificación de Óscar Romero es un triunfo para todos los que estamos la Teología de la Liberación."
Sin embargo, hace poco leí, creo que en un libro de Heinrich Böll, una idea muy polémica que sostiene que la iglesia necesita de los pobres porque, al ayudarlos, se perpetúa la caridad. ¿Cuál sería tu posición al respecto?
A.L. Desafortunadamente hay dos caras de la Iglesia. Una que sólo busca los derechos de la institución para subsistir como institución eclesiástica. Otra, en la que ciertos representantes buscan los derechos humanos, y no los de la institución; y a veces están en pugna. Tiene razón este autor al insinuar que existe lo que llamamos una historia criminal de la Iglesia, una que no mira al pueblo y busca riquezas. Pero también existen personas como Monseñor Romero que no buscan los privilegios de la Iglesia.

En ese sentido, una postura como la de Romero puede resultar amenazante. ¿Admitirías que hay una querella entre ambos lados?
A.L. Hay una tensión, sí. Eso se nota en los comunicados del Papa Juan Pablo II. Ahí se buscaba el prestigio de la iglesia. Por ejemplo, el caso de la pederastia. Cómo lo manejaron. No les importó los derechos de los niños, sino cómo la imagen podía salvar su imagen. Trataron de callarlo. No hubo transparencia. No quisieron denunciar a los clérigos porque esto dañaría su imagen. Ahora con el Papa Francisco, parece haber un equilibrio, pues él pone más atención a los derechos humanos que a la imagen de la iglesia.

Hoy por hoy, ¿qué otras figuras de la Teología de la Liberación admiras? Como leí en tu libro, son voces que le dan voz a los que no tienen voz; pero, paradójicamente, a estas voces tampoco se les da una voz.
Ernesto Cardenal es una figura que mediante la poesía da su mensaje. Pude conversar con él el año pasado, y compartimos una misma situación. Él, siendo ministro en 1984, se volvió famoso porque, cuando el Papa Juan Pablo II llegó a visitar Nicaragua, el pontífice saludó a todo el gabinete, pero cuando llegó ante Cardenal, y el poeta quiso arrodillarse ante el Papa y darle la mano, el Papa no quiso. El Papa le dijo: debes arreglar tu situación con la iglesia. Desde entonces lo sancionaron y no puede oficiar misa. Él es una figura que me inspira. Su voz sin duda se escucha por la importancia de su poesía.

Como Cardenal, tampoco estás oficiando, ¿cómo te sientes al respecto?
Lo que más me gustaba era predicar. Cuando se me quita eso, para mí fue un golpe muy duro. Tengo que aceptar esa realidad. Lo he vivido como un castigo doloroso.

Sin embargo, es ahí cuando tu fe adquiere un papel importante....

Sí, porque la figura de Jesús es mi referencia en mi vida de fe. Él mismo terminó derrotado en la cruz. Él perdió la batalla en contra del imperio romano. La pérdida y la derrota fueron parte de su vida. Esto me anima. Me digo: si estoy siguiendo su ejemplo, debo pasar por la misma situación. 


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