La iglesia de la revolución
Una entrevista con Armando Lampe: una perspectiva
profunda de la Teología de la Liberación en América Latina Por
Juan Pablo Ramos
Entrevistamos
a Armando Lampe, doctor en Teología, exsacerdote y activista social de Aruba.
Lampe se inició como teólogo, luego como sociólogo, académico y político. Hace
unos años, su obispo le retiró sus cargos pastorales porque creía que Lampe
predicaba una teología que no iba de acuerdo con la iglesia: la teología de la liberación, la cual
propone que la lectura de las sagradas escrituras poseen una carga política que
debe ser usada para favorecer a los pobres. Sus dos vocaciones, la religiosa y
la política, quedaron suspendidas debido a conflictos políticos en Aruba, por lo que incluso estuvo
encarcelado y luego tuvo que salirse de la isla. En el año 2013 le retiraron sus
derechos como sacerdote. Este año Lampe continuará con su labor de activista, y
publicará en la revista Secuencia una
investigación sobre el sacerdote insurgente mexicano José María Cos. Asimismo,
participará este año en el Congreso Internacional de Teología. Conversamos
sobre su amplia trayectoria, su pensamiento y el rol de la Teología de la
Liberación.
Tuviste una formación inicial en la iglesia, ¿qué te
condujo hacia ese camino?
A.L.
Cuando estaba en la preparatoria empecé a estudiar a Camilo Torres. Él fue un
sacerdote colombiano, teólogo y sociólogo. En dado momento se unió a la
guerrilla colombiana y falleció en la batalla. Me llamó la atención cómo un sacerdote
se compromete hasta el extremo de dejar todo para luchar por una sociedad más
justa. Cabe mencionar que él provenía de una familia aristocrática. Se puede
decir que todos los adolescentes tenemos un ídolo. Él fue el mío.
"La violencia, venga de donde venga, tiene consecuencias fatales." |
¿Ya desde entonces sabías que había una carga
política en tu oficio de sacerdote?
A.L.
En cierto sentido sí, aunque yo no tenía idea de hasta dónde me llevaría el
sacerdocio. Yo era muy buen estudiante. Mi familia pensaba que yo sería médico
o abogado, que tendría una trayectoria exitosa. Pero yo quería hacer algo con
mi vida que fuera para servir al prójimo. Obras de bondad. No necesariamente
una carrera lucrativa.
En tu libro de 1996, ¿Guerra justa o paz justa?, vemos cómo la Teología de la Liberación
elabora su discurso mediante la recuperación de hechos históricos. Así, Fray
Bartolomé de las Casas, Monseñor Óscar Romero y el EZLN conviven en el libro.
¿Cuál es el peso de la memoria histórica dentro de la Teología de la
Liberación?
A.L.
La violencia como fenómeno siempre me ha llamado la atención. Por escribí ese
libro que trata de distintas épocas. Los cristeros utilizan también el concepto
de la guerra justa que justifica levantarse en armas contra un gobierno
anticatólico. En Nicaragua los cristianos, los sandinistas, usaron el concepto
para levantarse en armas contra la dictadura de Somoza por razones ético-cristianas.
Lo que me sorprendió fue que, con el EZLN, surge otro concepto que yo llamo paz justa. La guerrilla zapatista se
puede definir como una guerrilla pacifista porque no dispararon ni una bala.
Tenían sus armas para la propaganda.
Llegas incluso a hablar de una sacralización de las
armas en el EZLN…
A.L.
Sí, en el sentido de que la única vía para establecer una vía justa sería por
medio de las armas. La violencia, venga
de donde venga, tiene consecuencias fatales. Lo que se llama espiral de
violencia. Y se entra en una dinámica sin sentido. La meta no es la guerra
justa, sino llegar a la paz justa. Monseñor Romero, por ejemplo, fue asesinado
el 24 de marzo de 1980, siendo arzobispo de El Salvador, por ser una voz crítica
contra el gobierno militar. Romero denunció los abusos a los derechos humanos,
como aquí ocurrió con los normalistas. Él hacía eso todos los domingos en misa.
Después se señaló que el fundador del partido ARENA, Roberto d’Aubuisson, quien
después gobernó El Salvador, fue el responsable del asesinato. Cuando Romero
hacía una misa en el altar le dispararon. Fue un hecho insólito porque en la
historia de la iglesia, por primera vez, un mártir muere en el altar, oficiando.
Él simbolizó esa iglesia latinoamericana de la liberación, de acción preferencial
por los pobres. Mientras estuvo el Papa Benedicto XVI, el Vaticano bloqueó su
beatificación. Cuando uno muere como mártir, no se necesitan milagros para ser
beatificado, pues diste tu vida por la causa. Pero Benedicto bloqueó esto.
Estaba en contra de la Teología de la Liberación. Pensaba que el comunismo se
iba a establecer en Latinoamérica; el Vaticano tenía miedo.
¿Qué posición tiene actualmente la iglesia sobre la
Teología de la Liberación?
A.L.
Hubo un cambio drástico en la coyuntura de la iglesia. El Papa Francisco, que
conoce la situación de América Latina, sabe que no hay peligro en el comunismo.
La lucha es contra la desigualdad social. Él desbloqueó el proceso de
canonización de Monseñor Romero. Gracias a él, el 23 de mayo, se va a
beatificar a Monseñor Romero en El Vaticano, entre más de un millón de fieles. Es
un triunfo, sin duda, para todos los que estamos en esta línea de la Teología
de la Liberación; es como si por fin la iglesia nos reconociera y admitiera que
no estábamos equivocados, ni que fuimos heréticos ni anticatólicos.
¿Hacia dónde crees que se dirigiría, a partir de
esto, el pensamiento de la Teología de la Liberación?
A.L.
El discurso de la Teología de la Liberación sigue vigente. Surgió por la pobreza
inhumana en América Latina. Porque es una vergüenza moral y cristiana aceptar
esa realidad en la que tantos humanos viven en condiciones indignas. Y puede
ser más vigente ahora que cada vez hay pobres más pobres. Hay que seguir
luchando este 2015 para combatir la desigualdad social y la pobreza. El obispo
de Brasil, Don Hélder Câmara, dice: si doy pan a los pobres, me llaman santo,
pero si pregunto por qué son pobres, me llaman comunista. Él sigue siendo un
ejemplo para la iglesia: no de solo ser caritativo, sino también de cuestionar
el sistema que produce tanta pobreza.
Sin embargo, hace poco leí, creo que en un libro de
Heinrich Böll, una idea muy polémica que sostiene que la iglesia necesita de
los pobres porque, al ayudarlos, se perpetúa la caridad. ¿Cuál sería tu
posición al respecto?
"La beatificación de Óscar Romero es un triunfo para todos los que estamos la Teología de la Liberación." |
A.L.
Desafortunadamente hay dos caras de la Iglesia. Una que sólo busca los derechos
de la institución para subsistir como institución eclesiástica. Otra, en la que
ciertos representantes buscan los derechos humanos, y no los de la institución;
y a veces están en pugna. Tiene razón este autor al insinuar que existe lo que
llamamos una historia criminal de la Iglesia, una que no mira al pueblo y busca
riquezas. Pero también existen personas como Monseñor Romero que no buscan los
privilegios de la Iglesia.
En ese sentido, una postura como la de Romero puede
resultar amenazante. ¿Admitirías que hay una querella entre ambos lados?
A.L.
Hay una tensión, sí. Eso se nota en los comunicados del Papa Juan Pablo II. Ahí se
buscaba el prestigio de la iglesia. Por ejemplo, el caso de la pederastia. Cómo
lo manejaron. No les importó los derechos de los niños, sino cómo la imagen
podía salvar su imagen. Trataron de callarlo. No hubo transparencia. No
quisieron denunciar a los clérigos porque esto dañaría su imagen. Ahora con el Papa Francisco, parece haber un equilibrio, pues él pone más atención a los
derechos humanos que a la imagen de la iglesia.
Hoy por hoy, ¿qué otras figuras de la Teología de la
Liberación admiras? Como leí en tu libro, son voces que le dan voz a los que no
tienen voz; pero, paradójicamente, a estas voces tampoco se les da una voz.
Ernesto
Cardenal es una figura que mediante la poesía da su mensaje. Pude conversar con
él el año pasado, y compartimos una misma situación. Él, siendo ministro en 1984,
se volvió famoso porque, cuando el Papa Juan Pablo II llegó a visitar
Nicaragua, el pontífice saludó a todo el gabinete, pero cuando llegó ante
Cardenal, y el poeta quiso arrodillarse ante el Papa y darle la mano, el Papa
no quiso. El Papa le dijo: debes arreglar tu situación con la iglesia. Desde
entonces lo sancionaron y no puede oficiar misa. Él es una figura que me
inspira. Su voz sin duda se escucha por la importancia de su poesía.
Como Cardenal, tampoco estás oficiando, ¿cómo te
sientes al respecto?
Lo
que más me gustaba era predicar. Cuando se me quita eso, para mí fue un golpe
muy duro. Tengo que aceptar esa realidad. Lo he vivido como un castigo
doloroso.
Sin embargo, es ahí cuando tu fe adquiere un papel
importante....
Sí,
porque la figura de Jesús es mi referencia en mi vida de fe. Él mismo terminó
derrotado en la cruz. Él perdió la batalla en contra del imperio romano. La
pérdida y la derrota fueron parte de su vida. Esto me anima. Me digo: si estoy siguiendo su ejemplo, debo pasar
por la misma situación.
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