lunes, 20 de abril de 2015

Crónica fabulista

por Juan Tovar 

Hay veces que buscamos algo y encontramos lo contrario; otras veces  los objetos nos hablan, y otras, sólo encontramos vagas referencias que pasan desapercibidas. Ahora buscaba un libro, de esos que incitan una obsesión maravillosa, los intrasigentes a la voluntad y que enuncian el detalle.Ya lo dijo Borges: "Todo encuentro casual es una cita."  Y esta cita ocurrió en la Roma, para ser precisos sobre Álvaro Obregón. Buscaba un libro de poesía en las librerías cercanas, desilusionado por mi falta de éxito, compré un pay de manzana  para saciar el fracaso. Caminé por la avenida de regresó a Orizaba. Seguí  por la acera y me encontré con esto:

 El decorado de luminsos grafitis fue el perfecto contraste de nuestra cita; sobre el tendido, Felipe vendía bolsos y algunas maletas Allí se asomaron, entre bolsillos, fábulas y nombres. Despues del fallar en el primer intento, lo lógica era adquirir la naturaleza del fisgón, inclinarse ante su olfato obedecer su costumbre tenaz. Entre ojo y ojo, se asoman los caminos.  Atravesaba el tendido, bajé la velocidad unos segundos, nada, ni una página de perfil; casi apunto de voltear al frente, di otra ojeada: detrás de los pies del dueño y de su silla, ubiqué un montón de libros arrinconados. Sin vacilar me dirijí a ellos, los levanté y antes de verlos, pregunté por el pre...  Esos libros no los vendo, joven, son difíciles de conseguir; por ejemplo, mire . Felipe me mostró un pequeño libro titulado: Fábulas de José Rosas Moreno. Olvídese de Esopo y todos esos que venden y enseñan en cualquier lugar, éste es el bueno, y es mexicano. Felipe me dijo que su padre le obsequió ese libro antes de asistir a la escuela: Las leía una y otra vez. Estas fábulas no le piden nada a las de Esopo o  La Fontaine, incluso son mejores. En ese momento me pasó el libro para que leyera algunas:                                                 
                                                         
                                                          El diamante

Triste, opaco sin brillar
un diamante no pulido,

encontrábase perdido
en el valle del Palmar.



Viole un joyero al pasar
y a su taller le llevó;
cuidadoso le labró
y hermoso entonces, luciente,
magnífico y esplendente,
la luz del sol reflejó.



Así el hombre no educado
cual piedra desconocida,
suele encontrarse en la vida
triste, sin luz, despreciado;
Mas si a estudiar consagrado,
busca el saber con anhelo,
tórnase en dicha su duelo;
La educación lo embellece,
y en su alma que resplandece
refleja el azul del cielo.


Las fábulas de José Rosas son poesías breves y concisas. No olvidemos que el hombre de nuestra cita es del siglo XIX, tal vez su estilo sea anticuado para algunos, no obstante los invito a que descubran, o relean a este autor jalisciense  conocido  como “el poeta de la niñez”, el apodo  debido a su vasta obra teatral y poética dirigida a los niños. No cualquiera incursiona en el terreno de la literatura infantil y lo hace exitosamente. Quiero agradecerle a Felipe por arreglar esta cita, a Borges por edificar la metafísica del encuentro en una frase, y a ti lector, por acompañar a estas palabras. La moraleja de esta crónica es: nunca dejes de buscar: hay fábulas en los bolsos de mujeres.

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