Pasando por Álvaro Obregón
¿Y los comerciantes?
Por Luzmila Terwes Posada
Domingo
22 de marzo. Voy por el corredor
cultural de Álvaro Obregón. Con motivo del Ecofest, la gente se congrega para
comprar productos orgánicos y conocer las empresas que fabrican mercancías
ecológicas. Cruzo la calle. Justo a la altura del Centro de Cultura Casa Lamm, un
señor se encuentra sentado en una maceta; a sus pies, un conjunto de bolsas,
flores, jarras y manteles de papel hechos a mano. Me acerco a él y le digo que
si puedo hacerle unas preguntas. Su primera respuesta es que si le voy a
comprar algo. Lo convenzo al decirle que sí.
—¿Cada cuánto se pone aquí?
—Sábado y domingo nada
más.
—¿Cuánto le lleva
hacer las bolsas y venderlas?
—Como cuatro o cinco
horas. Y la venta es muy baja. A veces ni hay. Ahorita ha pasado más gente por
el tianguis que está ahí. Pero por ejemplo, la semana pasada, estuvo vacío.
Gracias a Dios, llevo unos $400 de ayer y hoy.
—¿Este trabajo le da
suficiente para vivir?
—Pues tal vez. Nada
más para la comida. Pura comida. Pero la gente no quiere comprar.
—¿Por qué cree que las
personas no compran?
—Mucha gente viene de
afuera, de otro país, pero no quiere ayudar a la gente pobre, gente jodida que
vive acá. ¿Por qué ve que la gente anda aquí caminando con la bolsa? Porque no
tiene empleo, no tiene trabajo. Eso es lo que pasa. Pero mucha gente viene de
otro país. Nomás pregunta: “¿Cuánto cuesta?” “Vale $100” “Ay, está caro”. Y se
va. Luego dicen: “Ahorita regresamos” y no vuelven. Está difícil la cosa
ahorita.
—¿Qué piensa al respecto de los vendedores de la calle?
Flor hecha de palma de plástico (rafia). Material empleado por los comerciantes. |
—Es mi trabajo. A eso
me dedico. No hay de otra. Hay mucha competencia en Oaxaca. Allá en mi estado también hacen lo mismo. Ya no hay
venta. O hay venta, pero paga barato. Paga $35 o $40 la bolsa. Y material,
¿sabes cuánto cuesta el kilo de material? Vale $140. Pero no mucho, un rollito.
Tengo que surtir unos 500 a 600 para hacer 6, 7 u 8 bolsas. Por eso lo que me
gano, unos $100 para la comida y otros $100 para el material, no alcanza,
porque no hay venta. Pero cuando hay, y vendo unos $1000 o $500, entonces sí
alcanza. Pero cuando es bolsa, imagínese. Tengo tres niñas que van a la
escuela. No alcanza. Tal vez me quedo sin comer. O tal vez como frijol con
sopita nada más.
El señor me muestra una credencial. Me explica que es su
permiso para poder vender en las calles y que le costó$300, pero aún
teniéndolo, le prohíben vender en las zonas en las que se coloca:
Permiso vigente para vender en las calles. |
—El gobierno sigue
haciendo sus cosas porque no deja. El Mancera no deja andar a la gente en la
calle. Puro pleito, puro pleito. Tenemos un permiso, pero la policía dice que
no vale, mira. Si no tengo eso, me llevan al bote. Dice que no hay que
molestar, que no se puede andar acá. ¿Entonces quién manda? El Mancera, la
policía, y dicen que no puede estar el comerciante. Ésa es la bronca. Yo estoy
sentado acá. La gente pasa, pero no compra. A nadie le importa la gente que
está más jodida.
—¿En qué otras partes
hace sus ventas?
—Hay muchos del estado
que vienen por acá, por Condesa, San Ángel, por Coyoacán. Yo nada más me pongo
aquí y en la Condesa. Pero Zona Rosa, si puedes, pasa lo mismo, lo corre a uno
la policía o la camioneta. Si viene la camioneta, se lleva las cosas, y tanto
trabajo, imagínese. Por eso ando con mucho cuidado, porque si viene, se lleva
todo y ya no regresa.
—Si tiene su permiso, ¿por
qué la policía le impide vender?
—Pues ahorita ya calmó
tantito. Hace quince días fue la marcha. Hay una licenciada que lleva el grupo,
va a esto, a lo otro, va moviendo este papel, porque si lo deja así, ya no
vamos a poder vender. Tengo que ir a la junta cada ocho días aquí por Reforma.
Todos los lunes. Pago $20 para entrar.
—¿Algo más que quiera
agregar?
Bueno, quiero hablar más, pero ya no
tengo más palabra. Porque estoy pensando en lo que deja el gobierno, en trabajar,
algo, pues, que llegue la gente. Es todo. Es lo último. Quiero hablar más, pero
como que no.
Al finalizar la entrevista, el señor se
muestra más abierto. Cuando llega su familia, me la presenta, y todos hablan un
poco sobre su pueblo y lo difícil que es vender aunque sea unas flores. La
gente que pasa cerca de nosotros no se detiene a mirar. Uno que otro pregunta
los precios de una bolsa o unos manteles, pero sonríen y no se llevan nada.
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