lunes, 13 de abril de 2015

Pasando por Álvaro Obregón

Pasando por Álvaro Obregón


¿Y los comerciantes?


Por Luzmila Terwes Posada

Domingo 22 de marzo. Voy por el corredor cultural de Álvaro Obregón. Con motivo del Ecofest, la gente se congrega para comprar productos orgánicos y conocer las empresas que fabrican mercancías ecológicas. Cruzo la calle. Justo a la altura del Centro de Cultura Casa Lamm, un señor se encuentra sentado en una maceta; a sus pies, un conjunto de bolsas, flores, jarras y manteles de papel hechos a mano. Me acerco a él y le digo que si puedo hacerle unas preguntas. Su primera respuesta es que si le voy a comprar algo. Lo convenzo al decirle que sí.
—¿Cada cuánto se pone aquí?
—Sábado y domingo nada más.
—¿Cuánto le lleva hacer las bolsas y venderlas?
—Como cuatro o cinco horas. Y la venta es muy baja. A veces ni hay. Ahorita ha pasado más gente por el tianguis que está ahí. Pero por ejemplo, la semana pasada, estuvo vacío. Gracias a Dios, llevo unos $400 de ayer y hoy.
—¿Este trabajo le da suficiente para vivir?
—Pues tal vez. Nada más para la comida. Pura comida. Pero la gente no quiere comprar.
—¿Por qué cree que las personas no compran?
—Mucha gente viene de afuera, de otro país, pero no quiere ayudar a la gente pobre, gente jodida que vive acá. ¿Por qué ve que la gente anda aquí caminando con la bolsa? Porque no tiene empleo, no tiene trabajo. Eso es lo que pasa. Pero mucha gente viene de otro país. Nomás pregunta: “¿Cuánto cuesta?” “Vale $100” “Ay, está caro”. Y se va. Luego dicen: “Ahorita regresamos” y no vuelven. Está difícil la cosa ahorita.
—¿Qué piensa al respecto de los vendedores de la calle?
Flor hecha de palma de plástico (rafia).
Material empleado por los comerciantes.
—Es mi trabajo. A eso me dedico. No hay de otra. Hay mucha competencia en Oaxaca. Allá en  mi estado también hacen lo mismo. Ya no hay venta. O hay venta, pero paga barato. Paga $35 o $40 la bolsa. Y material, ¿sabes cuánto cuesta el kilo de material? Vale $140. Pero no mucho, un rollito. Tengo que surtir unos 500 a 600 para hacer 6, 7 u 8 bolsas. Por eso lo que me gano, unos $100 para la comida y otros $100 para el material, no alcanza, porque no hay venta. Pero cuando hay, y vendo unos $1000 o $500, entonces sí alcanza. Pero cuando es bolsa, imagínese. Tengo tres niñas que van a la escuela. No alcanza. Tal vez me quedo sin comer. O tal vez como frijol con sopita nada más.
El señor me muestra una credencial. Me explica que es su permiso para poder vender en las calles y que le costó$300, pero aún teniéndolo, le prohíben vender en las zonas en las que se coloca:
Permiso vigente para vender en las calles.
—El gobierno sigue haciendo sus cosas porque no deja. El Mancera no deja andar a la gente en la calle. Puro pleito, puro pleito. Tenemos un permiso, pero la policía dice que no vale, mira. Si no tengo eso, me llevan al bote. Dice que no hay que molestar, que no se puede andar acá. ¿Entonces quién manda? El Mancera, la policía, y dicen que no puede estar el comerciante. Ésa es la bronca. Yo estoy sentado acá. La gente pasa, pero no compra. A nadie le importa la gente que está más jodida.
—¿En qué otras partes hace sus ventas?
—Hay muchos del estado que vienen por acá, por Condesa, San Ángel, por Coyoacán. Yo nada más me pongo aquí y en la Condesa. Pero Zona Rosa, si puedes, pasa lo mismo, lo corre a uno la policía o la camioneta. Si viene la camioneta, se lleva las cosas, y tanto trabajo, imagínese. Por eso ando con mucho cuidado, porque si viene, se lleva todo y ya no regresa.
—Si tiene su permiso, ¿por qué la policía le impide vender?
—Pues ahorita ya calmó tantito. Hace quince días fue la marcha. Hay una licenciada que lleva el grupo, va a esto, a lo otro, va moviendo este papel, porque si lo deja así, ya no vamos a poder vender. Tengo que ir a la junta cada ocho días aquí por Reforma. Todos los lunes. Pago $20 para entrar.
—¿Algo más que quiera agregar?
Bueno, quiero hablar más, pero ya no tengo más palabra. Porque estoy pensando en lo que deja el gobierno, en trabajar, algo, pues, que llegue la gente. Es todo. Es lo último. Quiero hablar más, pero como que no.
           Al finalizar la entrevista, el señor se muestra más abierto. Cuando llega su familia, me la presenta, y todos hablan un poco sobre su pueblo y lo difícil que es vender aunque sea unas flores. La gente que pasa cerca de nosotros no se detiene a mirar. Uno que otro pregunta los precios de una bolsa o unos manteles, pero sonríen y no se llevan nada.

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