por Juan Rivera
La
cita es en la esquina de la calle Arquímedes con Tres Picos, en la colonia Polanco.
Se trata de un edificio que se levanta sobre un terreno triangular de tan sólo
167 metros cuadrados; la resolución de espacios es de entrada un importante
problema. La construcción lleva el nombre de Torre Tres Picos, ya que, como el
sentido común indica, sus paredes obedecieron la forma del terreno. Mas no se
trata de un edificio como el resto; a éste se le adivina desde su aspecto
insólito una nueva propuesta arquitectónica. Su creador, el mexicano Benjamín
Romano, nos espera dentro para guiarnos por la construcción.
Mi trabajo recoge mucho
conocimiento de la vida cotidiana. Las paredes dobles del edificio, por
ejemplo, simulan la función de un termo, del que bebes café a diario. En
realidad no son paredes, sino dos placas de acero que cubren la torre; la
exterior se encarga de mantener el clima natural afuera y la interior de
mantener la temperatura ideal dentro. Ambas placas están separas unos cuantos
centímetros. Si ahora tocas la exterior, está caliente porque le ha dado el sol
toda la tarde; si tocas la interior está fresca. Integrar la vida cotidiana en
la arquitectura puede solucionarte las necesidades del espacio.
La
primera parada es el sótano. Nadie quien camine por las aceras puede imaginar
lo que hay debajo de sus pies: un pozo de seis niveles que es en realidad el
estacionamiento. Sin embargo, no se trata de un sótano subterráneo como los que
muchas construcciones poseen, sino que es un estacionamiento totalmente robotizado,
el primero en México. El usuario de las oficinas ―pues ese uso se le ha dado al
edificio― coloca su automóvil a nivel de calle, en una plataforma, y se va a
trabajar; de la plataforma surgen cuatro pinzas que sujetan las ruedas del
automóvil y desciende en el pozo hasta el nivel designado para aparcarlo. Una
vez realizada la tarea, regresa a nivel de calle. El sistema es coreano y está
conectado por internet al sistema general del manufacturero, de donde recibe la
logística mecánica. Cuando el usuario se va, espera en el lobby mientras la plataforma desciende en busca de su automóvil.
La excavación nos trajo problemas
técnicos y presiones de Gobierno. A los cuantos metros nos encontramos con que
allá abajo pasaba un río bastante grande y más profundo, con que había
literalmente cascadas de agua sobre de nosotros. Una serie de maniobras
ingenieriles lo solucionó. Como es el primer edificio con estas
características, muchas de nuestras necesidades no estaban reguladas. Por
ejemplo, está en regla una ley que establece los mínimos de altura para los
estacionamientos; pero el nuestro, como no iba a ser ocupado jamás por personas
no requería tanta altura, que, además, cada centímetro de excavación
significaba una fortuna. Las negociaciones fueron arduas.
En
el otro extremo de la construcción, en el piso más alto, el mundo es otro:
predomina la transparencia de los cristales. Hacia el sur, resalta el verde del
Bosque de Chapultepec, coronado por el castillo al fondo. La mitad norte está
poblaba de los edificios de Polanco, entre los que destacan los grandes
hoteles. Gran acierto es la ausencia de columnas en los interiores: la
estructura misma cumple su función. Los metros cuadrados están aprovechados al
máximo, y se crea la extraña sensación de que el espacio es por dentro más
grande de lo que por fuera se aprecia. Tres compartimentos independientes, área
para las ‘caballerizas’, un baño, un comedor y una pequeña terraza es con lo
que cuenta cada nivel.
Desde el primer trazo, sabíamos que
el espacio tenía que estar explotado; todo está diseñado en función de ello. Incluso
teníamos la altura limitante de 36 metros. La escalera exterior, que da la
impresión de estar volando, incluso cumple la tarea de no robar espacio.
Reforzamos los techos con trabes que a su vez están soldadas con la primera y
segunda placa metálica. La iluminación es abundante, lo que, sumado al
regulador de media tensión interno del edificio, es muy atractivo para los inquilinos
a la hora del pago de servicios. Torre Tres Picos es una solución consciente de
las condiciones externas; la integran las mejores soluciones arquitectónicas de
la actualidad.
Su
diseño, le valió a Benjamín Romano la Medalla de Plata en la Bienal de
Arquitectura Mexicana en 2010. Con la mejor disposición y humildad, el
arquitecto nos guió por el recorrido. Actualmente es responsable de la
construcción de la Torre de Reforma, diseño propio, que en 2015 se convertirá
en el segundo rascacielos más alto del país.
La Torre Tres Picos es un ejemplo de
las adaptaciones que la arquitectura ha sufrido. Hace unos cuantos años era
imposible pensar que un estacionamiento tan complejo y costoso sería más
rentable que un pedazo de tierra; ahora, la situación ha cambiado. Los años
venideros pondrán en jaque la arquitectura.
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